29 de octubre de 2024

#Opinión El arte de la política: Magnates y corporaciones contra pueblos soberanos

En una guerra no hay nada peor que no tener identificado al enemigo. No se trata del vecino de oposición, ni del hijo del dueño del supermercado que se cree rico, se trata del enemigo estratégico, que por su condición de clase y su posición en el mundo resulta encarnar un tipo de antagonismo irreconciliable con nosotros, los que somos pueblo emancipado, y a veces simplemente, con los que somos nación soberana.

La lucha de clases y el imperialismo no existen sólo como conceptos o consignas, sino que son relaciones de poder que se evidencian en lo práctico, en lo real. Hoy el capitalismo es diferente a cuando nacieron estos conceptos, lo que nos pone el reto no solo de estudiar a quienes como Chomsky, Byung-Chul Han, Enrique Dussel, Kohei Saito, Carlos Fernandez Liria y Slavoj Žižek caracterizan el capitalismo hoy, sino también de transformarnos en la práctica para hacer nuestros métodos de lucha coherentes con el tiempo histórico que vivimos. De esta forma podremos, no solo identificar de forma precisa a los enemigos sino que tendremos los medios y estrategias para vencerlos.

El profesor y ensayista norteamericano Jonathan Crary asegura que personajes como Musk son “parte de lo que algunos llamamos cultura multimillonaria, una especie de consecuencia de la cultura de las celebridades que ha llevado a que este tipo de personas se presenten como una deidad con seguidores radicales. No importa cómo esos seguidores entienden la injusticia y la desigualdad, la admiración a estos personajes está por encima de esa moral personal”. Esta burguesía ególatra, que ha hecho de su vida la personificación del capitalismo y se proyecta como héroe frente a una sociedad que nada tiene que ver con ellos, es resultado de un nivel superior de dominación en el capitalismo. Convertir a personajes como Musk en superstars no es más que otra forma de convertir al opresor en el salvador, tal y como sucede en todas las películas donde los gringos salvan al mundo. Lo que tratan de producir no es solo alienación sino la masificación del síndrome de Estocolmo, procurando que los pueblos se enamoren y dosifiquen a sus opresores.

El aparato mediático y el poder del capital han creado una nueva “liga de la justicia” donde Elon Musk, junto a Jeff Bezos y Mark Zuckerberg se ponen una capa para hacerse protagonistas de una película llamada “El capitalismo es bueno y yo soy tu salvador”. Ellos simplemente forman parte de una nuevo tipo de burguesía, que combina la influencia mediática, el control tecnológico y la especulación financiera con el fin de hacerse del mundo (incluyendo pueblos), es decir, de hacerlo parte del mercado al cual manipulan con impunidad y descaro.

Sin embargo, la supuesta épica de ser los magnates más ricos del planeta, no es más que el resultado del robo y la componenda entre los multimillonarios y el Estado a fin de seguir acumulando capital entre unos pocos mientras desfavorecen a millones. Musk, por ejemplo, ha armado a un ejército de inversionistas, se ha hecho de plataformas de comunicación y ha organizado una jauría de lobbistas para hacerse el “capitalista sin límites”, especialmente en EEUU. La verdad es que las empresas de Musk y su fortuna se crearon con subsidios de miles de millones de dólares para su empresa de vehículos eléctricos (Tesla), y miles de millones más en contratos de la NASA para transportar astronautas estadounidenses al espacio y proporcionar servicios de internet de alta velocidad mediante su flota de casi 3000 satélites. Se aprovecharon del dinero de todos para hacerse hipercapitalistas, tal y como los magnates venezolanos hicieron su fortuna poniendo presidentes serviles que garantizaran los subsidios del Estado, los préstamos en dólares y la entrega de la industria petrolera más importante del mundo al sector privado y transnacional. Finalmente, lo que hacen es manipular y robar, no trabajar ni producir.

No obstante, estos personajes se muestran como genios tecnológicos que a costa de su fortuna pueden romper las reglas mientras dan lecciones de moral; explotar a quienes trabajan para ellos mientras hablan de la ecología; y humillar a quienes los cuestionan a pesar de supuestamente defender de la democracia y la libertad de expresión. Todo el mundo estaría de acuerdo en que esta es la actitud de un bravucón prepotente, pero las redes sociales hacen su “magia” y además de robar toda nuestra información personal para perfilarnos, nos envían mensajes de manera permanente y agresiva ajustados a nuestros intereses previamente estudiados. Entonces, lo que hace a Musk especialmente peligroso como enemigo, además de sus millones, es su capacidad para manipular el mercado e imponer sus ideas políticas a través de un poderoso aparato de comunicación. Si esto pasa con las redes sociales y los medios, se imaginan qué hará Musk si logra producir los chic que se insertan en el cerebro, chic en los que ya está trabajando su industria tecnológica. ¡Es una novela de Orwell con una super-corporación que todo lo controla!

Es quizá por eso que Musk está tan interesado últimamente en Venezuela, porque quiere controlarlo todo. Y una cosa importante de controlar en el mundo es la energía. Nadie cree que Musk está preocupado por los derechos sociales de las mujeres de Petare, por poner bonito al Ñigre de El Tigre, por la vialidad agrícola en Barinas o por el hospital en Siquisique, pero todos saben que su arremetida contra el Presidente Nicolás Maduro tiene intereses oscuros, viscosos e inflamables, que tienen que ver con el Esequibo y también con Rusia. Finalmente cuando un personaje como Musk aparece para atacar o “defender” a un pueblo lo más razonable de pensar es que con ese pueblo se puede definir la guerra, la economía o incluso el futuro del mundo. Son vampiros dispuestos a tragarse la sangre y el alma de cualquier país para seguir viviendo eternamente en su ataúd de oro. Ellos, los capitalistas transhumanos del siglo XXI, los representantes del imperialismo fascista, son nuestros verdaderos y más grandes enemigos.

Para que podamos identificarlos de manera gráfica basta con poner sus nombres en internet, pero si quieren una experiencia más artística les recomiendo estudiar con detalle la obra “Retrato de la burguesía” de David Alfaro Siqueiros. Este mural fue realizado entre 1939 y 1940 en el edificio del sindicato de trabajadores de electricidad de México, en él Siqueiros revela la atrocidad, la violencia, la ominosa oscuridad y el dolor que la burguesía produce al mundo a fin de acumular capital. En la imagen que presentamos es imposible mostrar el esplendor de la obra de Siqueiros, pues desde el punto de vista técnico el mural se compone de varias paredes y hasta del techo, haciendo al espacio, sus esquinas y complejidades parte de la pintura, por cuanto les recomiendo buscar imágenes de apoyo. Por último es importante señalar que, aunque la gestión comunicacional de Musk lo haga ver con cierta pulcritud y el gran muralista mexicano no lo haya conocido en persona, la verdad es que su verdadero rostro está en este retrato.

Por David Gómez Rodríguez

@davidgomez_rodriguez

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