El Ministro de Exteriores chino, Wang Yi, ha subido el volumen la tarde del viernes con un discurso que no deja indiferente a nadie: “El mundo no puede volver a la ley de la jungla”, advirtió, en una clara referencia a las políticas de mano dura que Donald Trump podría traer de vuelta al escenario global.
Desde Pekín, el mensaje es tan firme como diplomático: China no permitirá “cambios forzosos en Gaza” y reclama su lugar como mediador clave en la paz de Ucrania.
El contexto no podría ser más tenso, con Trump retomando las riendas en Washington, las relaciones entre las dos potencias económicas se tambalean, y conflictos como el de Gaza y Ucrania sirven de prueba de fuego.
Wang Yi ha aprovechado la tarde para posicionar a China como un contrapeso frente a lo que considera un regreso al unilateralismo, insistiendo en que la cooperación, y no la confrontación, es el camino para evitar un caos global; sus palabras resuenan como un desafío y una oferta al mismo tiempo.
En las calles de Pekín, la declaración ha sido recibida con orgullo por unos y escepticismo por otros; analistas creen que China busca fortalecer su influencia mientras el mundo contiene el aliento ante las próximas jugadas de Trump.
Lo que está claro es que esta tarde marca un capítulo más en la partida de ajedrez geopolítico, con Pekín moviendo sus piezas con precisión milimétrica.
Con información de Nota de Prensa
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