22 de diciembre de 2024

El arte de la política: Un país, la democracia y su utopía sobre un caballo de colores

¿Qué es la utopía? Si la definimos a través de la etimología, es un no lugar, un espacio imposible. No obstante, para los humanos era utópico volar y hoy no solo hemos buscado la manera de hacerlo, sino de romper con la barrera del sonido, de ir al espacio exterior, de medir la velocidad de la luz… y hacer que esa utopía se quedara pequeña al contrastarla con nuestros alcances. Es el ser humano capaz de ir más allá de sus límites físicos para hacer posible sus sueños, de esta forma hace que la ciencia esté al servicio de la poesía.

El enunciado nos sirve para pensar en el país. Yo creo que hemos alcanzado varias utopías en los últimos años, pues para un país petrolero y latinoamericano parece utópico mantener su soberanía cuando el imperialismo norteamericano lo asedia. Es utópico y hasta idílico ver a un pueblo mantener su alegría, sus colores, sus tradiciones y hasta su rumba en medio de unas sanciones ilegales que le arrancaron el 99% de los ingresos a la nación. Es utópico y también heroico que en esas circunstancias haya prevalecido la paz a pesar de que haya sectores extremistas y apátridas que procuren la violencia y la miseria. En tal sentido, se parece Venezuela a las pinturas de Felipe García, que a pesar de la miseria que produce el capitalismo insiste en un mundo donde el sol sigue brillando, mirando con la misma intensidad que Bolívar sobre América.

El comandante Chávez hizo del bolivarianismo, una utopía socialista, que no sólo profesa la independencia, sino que profundiza en los aspectos culturales, sociales y económicos que hacen efectiva la libertad para un pueblo. Chávez unió poesía y ciencia para mirar al país, en tal escenario, el marxismo sigue constituyendo un método para el análisis y la transformación de la realidad con tanta vigencia como el internet y el bolivarianismo es una fuente de moral y un proyecto emancipatorio que mantiene su vitalidad por la visión estratégica -y, podríamos decir, casi profética- del Bolívar que la revolución trajo a la vida nuevamente.

Ahora, no se trata de un proyecto de papel, más allá de los conceptos hay que debatir sobre la administración del poder en la realidad concreta, cuestión que nos lleva a otra utopía alcanzada en medio de la revolución: la democracia, la verdadera, la popular. Tema que Felipe García trata con maestría en sus cuadros, pues gestiona de forma equitativa esperanza, poesía, alegría y color en todas sus obras.

Sin duda la diversidad de colores y matices es un indicador democrático más allá del análisis plástico. Los partidos y los movimientos sociales constituyen un ecosistema político que da garantías de pluralidad y equilibrio a la nación. Venezuela ha logrado robustecer los conceptos de participación, ciudadanía, poder popular y protagonismo al calor de las luchas sociales; lo hemos hecho edificando nuevas formas de hacer gobierno, creando nuevas estructuras para la participación política y promoviendo el diálogo nacional para mantener la paz. Es un logro del Presidente Nicolás Maduro haber garantizado las condiciones institucionales para no perder el hilo constitucional y mantener al Estado cohesionado a pesar de las duras presiones que se ejercieron contra el país.

Asimismo, la democracia en Venezuela está blindada no solo por un pueblo altamente politizado, sino también por sus métodos y herramientas, es por ello que existe en el país el sistema electoral más confiable del mundo, con voto electrónico, doble auditabilidad, testigos electorales por tolda política y acompañamiento internacional. Para un país que también sufrió los dolores de la dictadura y la persecución ¡Que lo diga Jorge Rodriguez padre! Esto es otra utopía cultivada, pues, la democracia es para la revolución esencia de su accionar político, así lo promovió Chávez y así lo defiende con tesón el Presidente (y candidato), Nicolás Maduro, incluso frente a los extremistas que espetando discursos fascistas pretenden imponer el odio y la desestabilización nuevamente.

No es menos cierto que hoy, gracias a las sanciones, existen derechos que fueron golpeados y hay muchas víctimas de la guerra económica, algunas heridas incluso moralmente. ¡Hay que recuperar los derechos conquistados en Revolución Bolivariana! Derechos que son una plataforma para el desarrollo humano y la vida, pues, administrar el poder implica poder mirar al mundo más allá de las circunstancias, saber identificar al enemigo real y proyectarse con visión estratégica, es vital pensar desde la globalidad para actuar en lo específico, solucionando los problemas concretos del país y sus comunidades. Esta ha sido la cualidad que ha permitido a Venezuela levantar cabeza: controlar la inflación, garantizar la paz y crecer paulatinamente. No es una esperanza infundada, ya Nicolás Maduro y el gobierno bolivariano han enfrentado con hechos la realidad, dando respuestas al país, haciéndolo caminar con piernas propias. Negarlo sería como querer tapar la belleza de los cuadros de Felipe con un dedo.

Hoy el chavismo requiere de más cohesión que nunca. Se trata de ser un cuerpo político orgánico, un colectivo pensante y militante, una estructura democrática y funcional, que aún teniendo sentido de vanguardia, pueda consultar e interpretar de forma eficiente la voluntad de sus bases. Por cuanto no se trata de un individuo amansando el poder, sino de un pueblo que con las circunstancias históricas propicias ejerce el poder con el fin de alcanzar condiciones para vivir una vida mejor que la que posee en un sistema de explotación, y digo “ejerce” pues, como ya es sabido: el poder, en suma, se ejerce más que se posee. En tal escenario, las elecciones de este 28 de julio, aún teniendo candidatos, no tienen como centro a los hombres, sino a los proyectos. Por un lado el neoliberalismo y la ultraderecha fascista, y por el otro, el socialismo bolivariano y el desarrollo humano.

Yo voto por la poesía que constituye la patria, la poesía siempre produce revoluciones en nosotros, revoluciones que a veces nos hacen alzarnos por la violencia con que la belleza nos golpea el alma, pero también revoluciones tan sublimes que nos cambian con la intensidad de una caricia. La revolución, en su dimensión poética, nos abraza con esa intensidad y estoy confiado, pues sé que la ciencia también nos acompaña, es una de las enseñanzas de José Pío Tamayo, el socialista.

¿Qué nuevas utopías seremos capaces de hacer realidad con la fuerza de nuestra voluntad? Es lo que se reponde con acciones desde el 29 de julio, cuando el gallo, frente al alba, cante ki-ki-ri-ki y miremos los caballos llenos de nubes, flores y pájaros de Felipe García, con esperanza en los ojos, con cayenas rojas en el alma, con un martillo en la mano y un pincel en la otra.

Por David Gómez Rodríguez

@davidgomez_rodriguez

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