Este domingo se confirmó que Brigitte Bardot, el icono que redefinió la sensualidad y la libertad en las décadas de 1950 y 1960, falleció este a los 91 años.
La noticia fue revelada por la fundación que lleva su nombre a través de un emotivo mensaje en redes sociales, marcando el fin de una era para el cine galo que, tras la partida de Alain Delon en 2024, pierde a su último pilar de gloria dorada. Según los reportes de medios internacionales, el deceso se produjo en la mítica residencia de La Madrague, en Saint-Tropez, el refugio de la Costa Azul donde la actriz pasó sus últimas décadas alejada del bullicio público.
La trayectoria de Bardot, mundialmente reconocida por sus iniciales «BB», fue tan vertiginosa como transformadora. Su irrupción en y Dios creó a la mujer (1956) no solo la consagró como un símbolo erótico global, sino que bajo la lente de directores como Jean-Luc Godard en El desprecio (1963) o Henri-Georges Clouzot en La verdad (1960), demostró una profundidad actoral que desafiaba su propia imagen de «sex symbol». Esa misma audacia se trasladó a la música, donde su colaboración con Serge Gainsbourg en el single Je t’aime… moi non plus quedó grabada en los anales de la cultura popular por una sensualidad que, aún hoy, conserva su capacidad de asombro.
Sin embargo, la vida de Bardot estuvo lejos de la complacencia. En la cima de su carrera, decidió abandonar los focos para entregarse a una cruzada que definiría su segunda existencia: el activismo por los derechos de los animales.
Bardot vivía en los últimos años en el sur de Francia, entre su famosa residencia de «La Madrague» y una segunda casa escondida en la vegetación, «La Garrigue», que alberga animales y una capilla privada.
Con información de VN
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