Para que exista democracia, de la verdadera, en principio, deben existir demócratas, sino el mecanismo de concertación nacional y el contrato social en sí siempre estarán en franco peligro de ser incinerados. Los demócratas son los garantes y practicantes de la democracia, por cuanto debemos preguntarnos en qué líderes de nuestro país se refleja ese talante hoy. La democracia debe servir para todos los actores políticos en contienda como un acuerdo y un medio que garantice la paz y la gobernabilidad. Prescindir de un sistema de organización social y diálogo político para querer imponer la voluntad de un grupo, no lleva sino al caos y la violencia, como hemos visto cada vez que, negando la democracia, un sector pretende incendiar el país. Decirse demócratas frente a los medios para actuar como embaucadores, fascistas y paramilitares en la calle es atentar contra los derechos políticos y la paz de todo un pueblo ¡Es un crimen, venga de donde venga!
No existe democracia en el incendio y esto no quiere decir que no se reconozca la confrontación o la dialéctica, por lo contrario, justamente la democracia nos permite construir síntesis en medio de la lucha de clases, evitando que esta se convierta en una mera guerra civil, donde la violencia -y no los proyectos de país- es la protagonista. Hoy en Venezuela la democracia tiene un espíritu eminentemente popular y esto ha hecho que este concepto se entienda a través de: 1) Los procesos electorales para legitimar al gobierno y garantizar la estabilidad del Estado; 2) En el ejercicio de organización popular en el territorio a fin de construir gobiernos comunales, y 3) En el reconocimiento de cada sector social del país para la creación de políticas públicas, incluso cuando estos sectores representen minorías. No estoy hablando de la democracia burguesa y elitista donde se engaña a las mayorías y se amaña el sufragio, la “democracia” que hace al pueblo dócil y débil… estoy hablando de la democracia que empodera, porque hace al pueblo Estado. Es la democracia como esencia del socialismo, a la cual hay que defender de nuestras propias contradicciones como revolución, así como debemos defenderla del fascismo.
Si bien la patria siempre ha sido hija de la contienda, esa confrontación se libra dentro de los márgenes de un contexto histórico y de unos acuerdos que norman la lucha. Hoy la mayoría de los venezolanos estamos a favor de que esta confrontación se libre en el marco de la democracia y la paz, fue uno de los grandes logros que dejó como legado el comandante Hugo Chávez Frías, lo dijo incluso en su última proclama: “Yo creo que lo más importante, lo que desde mi alma, desde mi corazón me dicta la conciencia (…) Nicolás, de lo más importante, de lo más importante. Y en cualquier circunstancias, nosotros debemos garantizar la marcha de la Revolución Bolivariana, la marcha victoriosa de esta Revolución, construyendo la democracia nueva, que aquí está ordenada por el pueblo en Constituyente; construyendo la vía venezolana al socialismo, con amplia participación, en amplias libertades”.
Esas libertades, estoy convencido, solo son posibles en el diálogo. Un diálogo que debe ir más allá de lo político, que es un diálogo también de carácter cultural, existencial, por el bien de Venezuela y de sus hijos. Un diálogo que dé una nueva dimensión a la democracia participativa y protagónica. Que nos aleje de la motosierra de Milei, de las falacias de la extrema derecha, de sus “intelectuales” cipayos y de las hordas que pagan para promover un bochinche fascista y sangriento (pues ni siquiera es una insurrección lo que hacen. No tienen pueblo para ello).
“El fascismo convoca a las masas, pero es elitista. Corteja y sirve a las aristocracias, sus dirigencias vienen de las clases altas e instauran sistemas jerárquicos y autoritarios” dice el maestro Britto García, teniendo en cuenta esto, nosotros debemos actuar contra esa lógica; debemos, como pueblo que gobierna, cultivar el socialismo y la democracia en base a los intereses de la nación edificando un gobierno eminentemente popular y soberano que garantice la justicia, la paz, la seguridad y el desarrollo humano integral de todos sus ciudadanos hasta resolver las contradicciones esenciales que produce el capitalismo en lo económico y lo social.
Recalca el mismo Britto García que “El fascismo niega la lucha de clases, pero es el brazo armado del capital en ella. Aterroriza a la baja clase media y la marginalidad con el pavor a la crisis económica, a la izquierda y la proletarización, y las enrola como paramilitares para reducir por la fuerza bruta a socialistas, sindicalistas, obreros y movimientos sociales”, esta descripción deja en evidencia el espíritu que ha guiado las acciones de la extrema derecha en Venezuela cada vez que ha perdido una elección. “Guarimbas” han querido llamar a las actividades terroristas, vandálicas y fascistas que ejecutan al son del fuego y el odio contra personas, bienes públicos e instituciones a fin de desestabilizar el Estado y generar las condiciones para una intervención militar y una guerra, es decir: Muerte, entreguismo, persecución y miseria ¿Es eso lo que queremos los venezolanos?
Yo me levanto en contra de esas pretensiones, doy mi palabra que es como mi sangre, pero soy capaz de dar mi vida para no ver a mi país sumido en esa circunstancia donde la realidad sea tan atroz que no pueda imaginar a mis hijas y a sus hijos felices, yendo a la escuela con su lonchera y sus libros, paseando con una bicicleta en el Parque Francisco de Miranda o jugando con un papagayo en una playa de Margarita. Por ese sueño bonito, por ese mañana bonito, por esa patria bonita, convoco a todo el que me lea a dar un paso por el diálogo, sin renunciar a principios, sino ejerciéndolos con ética humanista, virtud cristiana (para los creyentes) y actitud democrática. No es el odio el que nos debe guíar, sino el proyecto de país, que pone al ser humano como centro y nos permite reconocernos como pueblo. ¡Rechacemos juntos a aquellos que nos convoquen a lo contrario, ellos solo merecen el desprecio de los que trabajamos, día a día, para ver a nuestras familias crecer con garantías de patria, seguridad, amor, alegría, prosperidad y paz!
A propósito de la pintura que hoy acompaña este artículo, me gustaría pintar el cielo de René Magritte con un crepúsculo tricolor, hacer que esa montaña se parezca más al Waraira Repano, ponerle en las manos a los personajes unos libros (Mínimo de Bolívar, Marx, Rousseau, Gustavo Pereira, Clara Campoamor, Gabriel García Márquez, Maturana, Wafi Salih, Andrés Eloy Blanco, Edgar Morín, Chomsky y ustedes dirán qué otros), cambiarles el bastón por un garrote de los que se usan para bailar Tamunangue y participar en el diálogo que tienen sobre la patria, ejerciendo con maestría El arte de la conversación, que es como se llama esta obra pintada en 1963. Ciertamente la forma enigmática que tiene el pintor francés de expresar sus ideas a través de sus obras se perdería, pero estoy seguro que aún habría belleza de la que desborda, pues como ha dicho Kant “el juicio estético no tiene solo relación con lo bello como juicio del gusto, sino que también la tiene con lo sublime, en tanto que se deriva de un sentimiento del espíritu” ¿Y hay acaso algo más sublime que la patria, la comunión, la justicia y el amor?
Por David Gómez Rodríguez
@davidgomez_rodriguez