Los niños van recogiendo sus partes quebradas de sangre en fuego:
van recogiendo sus ojos que sobre un vidrio contemplan al cielo
van recogiendo sus juguetes llenos de escombros hasta las baterías
recogen sus riñones y sus dientes sus cráneos y sus botas
las ropas del niño están más completas que sus brazos
sus pies son una costra con pus donde las moscas estacionan
para buscar sustancias parecidas al petróleo seco y al alma
estos niños no conocen el sabor de los duraznos en almíbar
y si conocen un beso ha sido de labios rotos de madres rotas
de perros con sarna de abuelos esqueléticos.
Los dedos de una mujer flotando en un pocito de agua señalan una casa
recuerdan a los niños que es momento de las plegarias
dicen «sí, mamá” y toman sus manos del suelo se las llevan al rostro
donde la sangre y la arena les cubren las heridas
con un ardor que penetra hasta los huesos
y se van los niños quebrando de adentro hacia afuera
como un país que sólo existe como blanco del odio.
Por David Gómez
@davidgomez_rodriguez