3 de octubre de 2024

El arte de la política: Rusia y China grafican una amistad fuerte como el acero

¡La amistad entre Rusia y China es más fuerte que el acero! No es solo propaganda, pues la consigna debe ser hija de la historia, síntesis del momento político y guía en la lucha por librar. Han pasado 74 años desde que Mao y Stalin firmaron el tratado chino-soviético de amistad, alianza y asistencia mutua, hoy ese tratado cobra una importancia histórica apoteósica, pues las relaciones ruso-chinas son la plataforma que configura un nuevo orden mundial en el siglo XXI. Los presidentes Xi Jinping y Vladimir Putin lo saben y lo defienden, por tal motivo hoy se ven a través de una “amistad sin límites”. El tratado firmado el 1950 sentó las bases para que Moscú prestara asistencia militar, económica, científica y educativa, creando además un puente por medio del cual miles de ingenieros rusos cruzaron para ayudar a construir una importante red industrial en el país asiatico, que hoy se proyecta como la potencia mundial con mayor peso en la geopolítica y la economía.

Para el líder sovietico Josef Stalin, la China comunista era el socio ideal para enfrentar a los Estados Unidos y expandir el bloque socialista en el mundo. Por su parte, el entonces presidente de Comité Central del Partido Comunista Chino, Mao Zedong, reconstruía un país que llevaba años en guerra contra los japoneses (1937-1945) y que había sufrido los desmanes de una la guerra civil. Los recursos políticos y económicos de uno en función del otro parecían engranar, prefigurando una relación simbiótica. La situación hoy se puede interpretar bajo los mismos principios, entendiendo que en la medida que Rusia se mantenga económicamente (a pesar de las sanciones y la guerra contra la OTAN) China crece políticamente, y también viceversa. Finalmente como bloque de poder se enfrentan a un mismo enemigo estratégico y se disputan el liderazgo del nuevo mundo en base a la multipolaridad, concepto que rompe con el régimen implantado por el imperialismo norteamericano, basado en la hegemonía y el unilateralismo.

Así como el Gran Salto Adelante buscó una rápida industrialización del país asiatico y se centró en el acero, hoy ambos países se concentran en garantizar las plataformas económicas, militares y financieras que le permitan al mundo superar el orden actual. Repito, no es solo propaganda, son más de 215.000 millones de dólares los que anualmente constituyen el intercambio comercial entre Rusia y China, sumando mega contratos de suministro de gas por un valor que asciende a los 400.000 millones de dólares para los próximos 30 años y que incluyen la construcción de gasoductos como el inaugurado en 2019 para comunicar energéticamente a Siberia Oriental con China.

Entendiendo estos datos, uno puede asegurar que lo que sí nació como propaganda en el contexto de las vanguardias artísticas que se inscribieron en el realismo socialista y el constructivismo, se convirtió en profecía. Los artistas de la vanguardia pusieron su talento al servicio de la propaganda política, esto implicaba no sólo el desarrollo técnico en el arte, sino también el compromiso de carácter ideológico y el análisis de la realidad que determinaba su tiempo y el futuro del mundo. Mayakovski Rodchenko, Kandinski, Tatlin, Malevich, Pevsne, entre otros, integraron este movimiento, que sin duda contribuyó a relacionar al pueblo con las ideas políticas, así como con los objetivos de la revolución.

Los carteles permitieron educar políticamente, pero sobre todo hacer visible los peligros del fascismo, así como las bondades de un mundo socialista. Un ejemplo práctico es el cartel titulado “Nuestra amistad es fuerte como el acero”, el cual hace alusión no solo a la relación de carácter política entre China y la URSS, sino que profundiza en la solidaridad y el encuentro entre los obreros de ambos países, los cuales dentro de la obra se muestran y iluminados y juntos, mirando el resultado de su trabajo como quien mira el futuro, abrazados por un rojo cada vez más intenso que convierte en una misma cosa al horno de las industrias y las banderas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la República Popular China.

Este cartel se creó en la primera agencia de publicidad de la historia: «Mayakovski-Ródchenko Advertising-Constructor», donde el poeta proletario y el artista industrial crearon más de 150 obras con innovadores diseños y consignas. Fue un tipo de corriente artística al servicio de la revolución bolchevique, que mezcló propaganda política, diseño industrial, artes plásticas, ingeniería y poesía de una forma experimental, explosiva y viral.

Es cierto que más allá de la propaganda, las relaciones entre Rusia y China no siempre han sido estables, luego de la muerte de Stalin inició un periodo largo de revisión y recomposición de las relaciones. El detonante fue la política de “coexistencia pacífica” que procuró Nikita Jrushchov con Occidente, interpretada por Mao como una capitulación frente a las pretensiones del imperialismo, sin embargo, luego de la muerte de Mao la situación dio un giro y fueron los chinos los que se aliaron con los líderes del mundo occidental. Estos son precedentes de cómo el manejo de la diplomacia de ambos países en temas estratégicos, dígase OTAN, Ucrania, Taiwán, guerra comercial, sanciones económicas, soberanía, Venezuela; constituyen detonadores actuales que procuran utilizar de manera permanente aquellos que apuestan por la hegemonía del dólar y el estatus quo de la unipolaridad, necesaria de derrotar si queremos paz y desarrollo en el sur global.

Es cierto que aquella grieta entre Mao y Jrushchov tuvo como consecuencia la llamada “ruptura sino-soviética”, pulverizando las relaciones diplomáticas y generando una rivalidad por el liderazgo en el movimiento comunista internacional que aprovechó el imperialismo. No es hasta 1996 que Boris Yeltsin y su homólogo chino Jiang Zemin, firman una “asociación estratégica para el siglo XXI”. Luego, en 2001 ambas naciones firman un acuerdo de seguridad que da origen a la OCS (Organización de Cooperación de Shanghái), así como también un tratado de buena vecindad y cooperación amistosa. Más recientemente (hace unos días) el presidente de Rusia, Vladímir Putin, declaró luego de una reunión con el vicepresidente de China, Han Zheng, que “gracias a los esfuerzos conjuntos, las relaciones entre China y Rusia han llegado a un nivel alto, sin precedentes”. El líder del gigante euroasiático también resaltó que, durante la cumbre de los BRICS, a realizarse en octubre de este año en la ciudad de Kazán, los dos países mantendrán una reunión bilateral de trabajo, es decir, que aunque ya la cooperación está en su mejor momento, ellos buscan mucho más.

Como es evidente que China y Rusia han reconstruido su relación con una visión estratégica y pretenden con el temple de su amistad de acero definir el futuro del mundo, cuestión que en el presente equilibra la balanza y nos mantiene en una tensa paz mientras crujen las placas tectónicas de la geopolítica.

Por David Gómez

@davidgomez_rodriguez

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