Cuando las campanas de la Basílica de Santa Teresa resuenan en el corazón de Caracas, miles de venezolanos se preparan para rendir homenaje al Nazareno de San Pablo, una devoción que por más de cuatro siglos ha tejido la fe y la identidad del país.
En vísperas del Miércoles Santo, la emblemática procesión que recorre las calles capitalinas vuelve a convocar a los fieles, quienes buscan las icónicas túnicas moradas, símbolo de penitencia y entrega.
En los alrededores de la basílica, el bullicio de los comerciantes refleja el espíritu de esta tradición; las túnicas, que recuerdan el sacrificio de Jesús, están al alcance de todos: desde $5 para bebés, $10 para niños y adolescentes, hasta entre $15 y $25 para adultos, según la calidad de la tela; muchas incluyen un gorro morado, un detalle que completa la vestimenta de los devotos.
Pero la fe no se limita a las túnicas, los puestos ofrecen un abanico de artículos para vivir la Semana Santa con devoción: franelas del Nazareno y José Gregorio Hernández a $8 para niños y $10 para adultos; escapularios a 20 bolívares la unidad o cinco por $1; estampitas a 50 bolívares; rosarios entre $2 y $5; velas moradas y blancas a 20 bolívares; y hasta bandanas desde $3; hierbas como la sábila e inciensos, a $1, también acompañan las plegarias.
La procesión del Nazareno, una de las más sentidas de Venezuela, no es solo un acto de fe, sino un testimonio de la fortaleza de un pueblo que, año tras año, se une para caminar con su santo; en un país donde la esperanza es un faro, estas túnicas moradas visten el alma de una nación que no olvida sus raíces.
Con información de Nota de Prensa
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