En una mañana cargada de simbolismo y fervor espiritual, la Basílica de San Pedro fue testigo de la entronización del papa León XIV, quien asume oficialmente como el 267.º pastor de la Iglesia Católica. La solemne ceremonia, presidida en el corazón del Vaticano, marcó el comienzo de un nuevo capítulo para los fieles del mundo, tras el fallecimiento del papa Francisco el pasado 21 de abril a los 88 años.
Bajo el resplandor de los vitrales de la basílica, Robert Francis Prevost, elegido en el cónclave del 8 de mayo, recibió con humildad los emblemas de su pontificado: el palio y el anillo del Pescador; el cardenal protodiácono Dominique Mamberti colocó sobre sus hombros el palio blanco adornado con cruces, un signo que, según la tradición, representa “el compromiso del Papa con su rol de guía espiritual de la humanidad” como buen pastor.
Por su parte, el cardenal filipino Luis Antonio Tagle entregó el anillo del Pescador, descrito como “uno de los emblemas más significativos del pontificado”, símbolo de la autoridad espiritual del sucesor de San Pedro.
La ceremonia, instaurada en 1978 por Juan Pablo I en sustitución de las antiguas coronaciones, destacó por su sobriedad y profundo significado. Miles de peregrinos, junto a líderes religiosos y civiles, se congregaron en la Plaza de San Pedro para acompañar este momento histórico, que reafirma la continuidad de una institución milenaria.
El anillo, que en el pasado se destruía tras la muerte del pontífice, hoy se preserva como “signo de continuidad” de la misión papal; con este acto, León XIV inicia su liderazgo en un mundo marcado por desafíos globales, llevando consigo la esperanza de millones de católicos que ven en él un faro de fe y unidad.
Con información de Nota de Prensa
Foto Cortesía